jueves, mayo 18, 2006

desde siempre

El silencio y tu voz se funden en calma, mientras a lo lejos las hojas caen, algunas estrellas. algunos ancianos. La tempestad se levanto como un pequeño susurro en mi oído, como una abeja zumbante en la ultima flor del campo.
Y entonces vino lo definitivo, lo implacable, lo ausente, lo infinito.
La tierra se oscureció lentamente, mis manos desaparecieron, mis ojos se inundaron de sombras y ya no pude escucharte ni tocarte nunca mas. y el ultimo latido se fue alejando entre los arboles, las llanuras, los océanos. hasta emprender el vuelo entre las estrellas y los viejos planetas y llegar a los brazos de Dios.